La basura que escondemos debajo de la alfombra

Fotos portada Teletica.com


A la izquierda, la entrada del público al concierto de Metallica; a la derecha, Playa Herradura en una marea alta.

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¿Qué tienen en común las dos situaciones?

Que lo importante no es a quién le toca limpiar sino cómo llegó toda esa basura hasta ahí.

Cuando ayer el público del concierto de Metallica empezó a entrar al Estadio Nacional, se develó poco a poco la alfombra de basura que iban dejando atrás.

Durante las tomas del público que esperaba su turno para entrar, ya se notaban los tapetes de basura acumulados por toda la zona verde en las afueras del estadio y caminando entre la basura, sin mayor incomodidad, las personas.

Similar a alguien que bota la basura por la parte de atrás de su casa que da al río, las personas en algunas situaciones se sienten en el derecho de delegar la responsabilidad de sus desechos a alguien más. Al río que pasa atrás de su casa, al viento que sopla en la sabana y desaparece la basura por arte de magia o en este caso a que el ojo popular, muy fácil de distraer del punto importante, se enfoque en -a quién le tocaba recoger la basura de los demás-.

En este tema sobran los cómplices. ¿Cómo vamos a distraernos como un gato con una sombra en la pared, viendo como se tiran la papa caliente la organización y la Municipalidad?

En un principio lo que debería de ser señalado es el hecho de que sentimos que no es problema de nosotros, nuestros propios desechos. Tenemos todo demasiado fácil. Vamos a la tienda, compramos todo, consumimos todo, pero nuestros propios desechos no son nuestra responsabilidad.

Si estamos en la capacidad de consumir X cantidad de bebidas, más X cantidad de snacks, deberíamos tener también la capacidad de reducir al máximo el volumen de los envases, las latas, botellas y en envolturas y tener la capacidad de esperar para poder disponer de ellos de una forma “civilizada” en lugar de tirar la basura debajo de la ilusión de alfombra invisible que causa un molote de gente haciendo lo mismo.

Ya sea en un concierto de Metallica o en la Romería. Una aglomeración significa una cantidad ridícula de basura que queda atrás. Detrás de cada maratón hay una brigada de limpieza recogiendo las bolsitas de agua lanzadas por los corredores y miles de botellas de plástico a la orilla de las calles producto de desecho de la sed los espectadores. Detrás del festival de la luz, el tope o el carnaval hay millones de latas dispuestas en los caños y alcantarillas y cada área verde termina forrada en plástico y aluminio.

Recuerdo ir de paseo cada cierto tiempo a la cabaña de un familiar en la montaña, el camión de basura no llegaba hasta esta propiedad entonces cuando hacíamos las compras para los días que íbamos a estar allá, mis tíos compraban cosas que produjeran la menor cantidad de desechos posibles, porque claro, ellos tenían que guardar su basura en la casa y llevarla al centro del pueblo cada semana.

Eso fue en los ochentas, ahora muchos años después me imagino que el camión de basura llega hasta ese lugar y los vecinos no deben de preocuparse por producir menos basura, como antes.

Así que el punto no es si hay cientos de basureros o uno solo. El punto es que somos cómodamente consumistas y no nos importa cuánto ensuciamos ni nos hacemos responsables de todo lo que queda después de consumir.

Basta ver los causes de ríos a la altura de Orotina, Atenas y sus desembocaduras en el Pacífico, para ver dónde está gran parte de nuestra basura del GAM.

Cada pajilla que se lleva el viento de alguna forma logra ir a parar al mar. Y cada kilo de plástico que pudimos evitar pero no nos importó, de alguna forma nos lo volveremos a encontrar. En una inundación, en el desbordamiento de un río o la próxima vez que nos sentemos en la playa a ver el mar.